jueves, 24 de enero de 2019

SOBRE LA DIALÉCTICA INDIVIDUO/SOCIEDAD

Juan Guaidó ha lanzado un órdago al gobierno Venezolano presidido por Nicolás Maduro. Mas detrás de este órdago hay otro lanzado contra el pueblo de Venezuela y, por extensión, contra todo el pueblo, si es que existe el pueblo.
Vayamos por partes.
En primer lugar hay que considerar que Juan Guaidó no es un revolucionario que se ha echado al monte con más utopías que cumplir que derechos le amparen, que no es alguien venido de fuera. Juan Guaidó debería ser el Presidente del Parlamento, de la Asamblea Nacional Venezolana, del órgano del poder legislativo. Sin embargo en una maniobra tramposa Nicolás Maduro consiguió zafarse de la amenaza que se le cernía desde el legislativo y a través del poder judicial declaró en desacato a la Asamblea Nacional inmovilizando su acción, al menos durante un tiempo, tiempo en el que el poder ejecutivo sigue teniendo el control del legislativo y el judicial.
Parece que ha llegado la hora en que Guaidó ha decidido ir más allá de lo que en legitimidad le correspondería en respuesta a una usurpación de poderes por parte de Nicolás Maduro: si bien Maduro desactivó el órgano legislativo, Guaidó pretende arrebatar a Maduro el poder ejecutivo del país desde la calle, y esto con el apoyo internacional de países como Estados Unidos de América, Canadá, Chile, Colombia, Argentina, Perú... 
Frente a la presión que la oposición ejerce contra el gobierno de Maduro, este se defiende desde los medios que controla, desde la calle, con el ejército, con apoyo de países como Rusia, Turquía o Cuba, por ejemplo.
Ambos contendientes quieren reclamar la legitimidad de su posición recurriendo al pueblo, parte del cual se ha echado a la calle, y de eso no cabe duda.
La legitimidad de las acciones que han tomado uno y otro, sin embargo, deberían tener una catalogación de cero, de inválidas, nulas. En democracia la legitimidad la da el pueblo, sí, pero desde el voto, no desde la acción violenta en la calle. De lo que se ha privado al pueblo es del voto, y los poderes del Estado han dejado de ser representativos del pueblo, por mucha gente que haya en la calle. Esos no son pueblo,  no es más que chusma, y sus líderes no son sus representantes, son sus caudillos. Es el dominio de la pasión sobre la razón, de la fuerza sobre la ley y el derecho. El puente que une a los poderes del Estado y el Pueblo es el voto, y sin voto ya no hay puente. La ruptura de la política y el pueblo se ha hecho patente, y no sólo en Venezuela, reflexión a renglón seguido merecería eso que llaman desafección, o lo que es más patente, la abstención. La caída del puente no es inocua. El puente se lleva por delante su basamento; si no hay voto, no hay pueblo; me niego a pensar que el pueblo de Venezuela sea el que está en la calle. El pueblo de Venezuela está llamado a las urnas, cosa que no ocurre.
Y qué decir del apoyo internacional!
Ahora vienen estos Estados a alinearse con Maduro o con Guaidó, ahora que uno y otro se han desvinculado del pueblo y de su papel legítimo. Antes, y no ahora, deberían haber actuado. Si querían estar con el pueblo de Venezuela deberían haber estado cuando fue el momento, cuando todavía se mantenían las formas y el derecho; y cuando fue el momento en que tenían representantes. Cuando había pueblo.
La posición internacional más razonable es la de aquellos que piden una apertura de urnas. Es lo que dotaría de sentido de legitimidad a la acción política, si es que esta ha de seguir siendo democrática. El posicionamiento internacional denota una falta de sensibilidad aterradora, o quizá no es por falta de sensibilidad, sino porque su naturaleza no les ha dotado de esa sensibilidad. No han sido sensibles a los problemas del pueblo, pero lo son a la hora de defender a sus caudillos. Quizá todos los gobernantes se sienten un poco caudillos, y en todos los países se ha desvirtuado poco o mucho la democracia. Los puentes de la representación se están dinamitando, el pueblo desaparece. Pero es lo que merece un pueblo de borregos (y esto no es una acusación hacia el pueblo de Venezuela).

viernes, 17 de junio de 2016

POLÍTICOS INÚTILES

Ya hemos agotado una legislatura en España sin ejecutivo.
Nos vemos abocados a unas nuevas elecciones y parece que las las sabias urnas pueden deparar el mismo resultado de las anteriores elecciones. O bien las urnas no son tan sabias, o bien nuestros políticos no están sabiendo estar a la altura de las circunstancias y son incapaces de hacer política de verdad. Porque mandar con mayorías absolutas, no es hacer política en democracia.
Voy a transcribir unas líneas que he encontrado en un libro y reflejan la indignación del pueblo con los parlamentarios. Dice así:
  "Pasa el día de las elecciones. Los parlamentarios hicieron la última asamblea popular, que sólo se renovará cinco años más tarde; y, abandonando la domesticación de la plebe, se entregan al desempeño de sus altas y agradables funciones. Se disuelve la "comisión del programa" y la lucha por la reforma de las instituciones reviste de nuevo la modalidad de lucha por el querido pan nuestro de cada día, por la "dieta", como la llaman los diputados.
El "señor representante del pueblo", elegido por un período de cinco años, se encamina todas las mañanas al Congreso y llega por lo menos hasta la antesala, donde encuentra la lista de asistencia. Sacrificándose por el bienestar del pueblo, inscribe allí su ilustre nombre y toma, a cambio de ello, la muy merecida dieta que le corresponde como insignificante recompensa por éste, su continuado y agobiante trabajo.
Al finalizar el cuarto año de su mandato, o también en otras horas críticas, cuando se aproxima la fecha de la disolución del Parlamento, invade súbitamente a los señores diputados un inusitado impulso y las orugas parlamentarias salen, cual mariposas de su crisálida, para ir volando al seno del "querido" pueblo. De nuevo se dirigen a sus electores, les cuentan de sus labores fatigantes y del malévolo empecinamiento de los adversarios, pero las masas ignaras, en lugar del agradecido aplauso, les lanzan en la cara, a veces, expresiones ásperas, llenas de odio. Si esa ingratitud popular sube hasta un cierto punto, sólo un remedio puede servir: es preciso restaurar el esplendor del Partido, el programa necesita ser mejorado, renacen las "comisiones" y recomienza la parodia. Dada la granítica estupidez de nuestra Humanidad, el éxito no debe sorprendemos. Guiado por su prensa y alucinado por la seducción del nuevo programa, el rebaño electoral, tanto "burgués" como "proletario", retorna al establo común para volver a elegir a sus antiguos defraudadores.
De esta forma el "representante" del pueblo, el candidato de las clases productoras se transforma nuevamente en oruga parlamentaria, que se ceba en la vida del Estado para, cuatro años después, metamorfosearse otra vez en brillante mariposa.
¡Nada más decepcionante que observar todo ese proceso en su desnuda realidad!"
Cuando a la vuelta de los años vemos que esto desemboca en una canallada nos indignamos y lo condenamos (lo que vino después, y por lo mismo este escrito aunque muchos no sabrán cuál es) y sin embargo hay que reconocer que recoge la viva imagen que de los políticos tenemos muchos españoles, y no sólo los españoles. 
Cuando leo esto comparto mi indignación con muchos que antes se aferraron a ideales que prometieron librarles de estos políticos, pero estoy lejos de dejar canalizar mi indignación por gente así. Leí el libro INDIGNAOS y tantos otros que se alimentaron de la indignación que dio lugar al 15M, y sin embargo no me identifico con los políticos que han levantado oportunistas banderas para canalizar la legítima indignación de un pueblo tanto tiempo sometido al oprobio.
Hoy escribo estas líneas para dejarlas en todos los sitios y en ninguna parte, por si alguien las lee. Con ellas quiero compartir el deseo y la esperanza de que nos veamos libres de los políticos y de quienes vienen a liberarnos de las viejas políticas para traernos un mundo más feliz.
Es cierto mucho de lo que hay en la crítica. Tenemos más que suficientes motivos para la indignación. Pero no debemos dejarnos arrastrar por los sentimientos. Confío en que nuestros políticos, nuestros demostradamente inútiles políticos, esta vez sepan ganarse el prestigio que proclaman y sirva ello de vacuna para que no vengan salvadores de la patria. Porque los tiranos no se hacen solos: los tiranos se alimentan del odio del pueblo que crece al amparo de los desmanes de los políticos.
Espero que estos políticos inútiles que tenemos tengan un último acto que los redima de su incapacidad y sepan poner fin a esto de una forma digna: que sepan hacer un gobierno (parece que ellos están más por la labor de confiar en mayorías absolutas. Si las urnas finalmente deparan un resultado de mayorías absolutas seguro que será para ello un alivio. Si no hay mayorías absolutas, a ver qué hacen...)

lunes, 25 de enero de 2016

Ética y Política. Los valores constitucionales I

25/01/2016
Cuando todavía no se ha nombrado a un candidato para formar gobierno.
Y parece que debería haberse nombrado ya a uno.
El año pasado  (20 de diciembre) se produjeron las elecciones nacionales en España. El resultado de dichas elecciones ha dejado un panorama abierto e interesante, puesto que es la primera vez en la democracia española en que no hay un único dominador del parlamento; y esto hace que por una vez los partidos se vean obligados a ceder en sus objetivos y que los políticos se tengan que sentar a dialogar y a reconocer en el adversario un interlocutor válido.
Es la primera vez que se produce la necesidad de un diálogo verdadero. Y es el momento donde se van a ver a las claras de qué mimbres está compuesto cada uno de los concurrentes al parlamento.
Si no hay un giro inesperado, y en política siempre puede esperarse que las cosas den un giro inesperado, parece que el partido que ha obtenido máximo número de votos no va a poder presentar un candidato a formar gobierno. Mariano Rajoy y sus adversarios políticos han creado una situación tal que parece que D. Mariano suscita más rechazo que confluencias. Ciudadanos parece dispuesto a dejarle gobernar de forma pasiva (no oponiéndose), pero no parece dispuesto, de momento, a confluir para formar gobierno. Los demás por su parte sí que parecen dispuestos a negarle al Sr. Rajoy un posible nombramiento: tanto que en la cámara parece que hay una mayoría absoluta que dicen que no quieren que salga un gobierno del Partido Popular.
De otra banda está Pedro Sánchez, quien parece estar a la espera de poder ser nombrado próximo presidente de gobierno. Para ello primero tendrá que pasar por el trámite de ser nombrado candidato, cosa que requiere sus plazos según dispone la constitución. No obstante para llegar al final necesita de apoyos, que si no obtiene del Partido Popular cosa improbable puesto que en tal caso el Partido Popular podría pedir la presidencia, tendría que ser de la confluencia con todos los demás partidos con representación en el parlamento si exceptuamos la participación de Ciudadanos, que parece que no entraría a formar gobierno con Podemos y otros partidos con ideales diametralmente opuestos a los presentados por la candidatura de Rivera. Para ello Sánchez tiene que abrirse a hacia políticas de izquierdas para lograr el consenso de partidos republicanos o directamente anti-monárquicos y anti-capitalistas sin abandonar el centro, puesto que ello le ocasionaría demasiadas tensiones internas en su propio partido, pudiendo llegar a perder el apoyo de sus propios compañeros.
La terna de toreros la cierra Pablo Iglesias (el niño de la coleta) que parece dispuesto a confluir con el Partido Socialista a formar gobierno bajo la presidencia de Pedro Sánchez, eso sí, a cambio de los ministerios más sensibles del gobierno, además de crear un ministerio de plurinacionalidad.
Como reserva queda Ernest Rivera, que parece plantearse un partido a la defensiva y no mostrar un interés desorbitado ni tener prisa por llegar a la Moncloa. Y quizá su posición sea una posición políticamente más conveniente para sí mismo, manteniéndose a la espera de que los tiempos agoten o quemen a los otros candidatos y tenga que salir él cuando la posibilidad no deje otra opción. Algo así como que la política haga real lo imposible.
Mientras van transcurriendo los tiempos y se cumplen los plazos previstos en la Constitución, es posible que los políticos, como decía, se vean obligados a hacer política, a limar asperezas, a cambiar posiciones y tácticas, a dialogar. Es el tiempo donde todo pasará por el crisol, y veremos la valía personal y política si no de cada uno de ellos en particular, sí de todo el conjunto.
Y a todo esto queda por hablar de Patxi (Pachi) López, quien tiene méritos suficientes para que se hable de él solo en un artículo y algo más, por toda su anterior labor política y que puede llegar a engrosar las filas de los presidentes del Congreso con un ejercicio del cargo breve, como ocurrió en tiempos anteriores como son las Cortes de Cádiz y el trienio liberal.